
Llegó un momento en que me pregunté: ¿Y qué tal si enfrento el resto de los días desde el silencio total?
No obtuve respuesta.
Volví a preguntar: ¿Y qué pasa si ya no opino más y dejo que todo suceda sin que lo estorbe o intente modificarlo?
No obtuve respuesta.
Muchas veces me hice preguntas siempre pensando cómo obtener la calma y la paz total. Nunca obtuve respuestas.
Finalmente, pasé mucho tiempo sin preguntar nada. Sin dudar ni aspirar a nada.
De pronto me sentí tranquilo y satisfecho. La respuesta había llegado sin que yo la preguntara.
